Reencuentros en Tegucigalpa
La vida nos hace coincidir, reencontrarnos después de vidas de ausencia.
Estoy de nuevo en Tegucigalpa, recorriéndola con nuevos ojos, nuevos olores, otros sonidos.
Esta magia se la debo a Javier. El universo me dio la oportunidad de volver a encontrarnos, y gracias a él conocí a Kelin, Bélgica, Mario.
Me han mostrado la otra Honduras, esa que huele a paz, tranquilidad, agua limpia y jazz.
Esa Honduras que los medios se niegan a mostrar.
Una ciudad con un bar llamado Tito Aguacate,
una ciudad que se resiste a caer en el olvido, que sigue ahí luchando, con gente que te regala una sonrisa y quiere darte lo mejor.
A pocas horas de partir, ya siento la nostalgia de los amigos dejados aquí, y la urgencia de volver para abrazarlos.
No tengo más que decir: mil gracias por todo el cariño, las noches mágicas que me han regalado, los calambres que no me tomé. Todo eso me hace pensar en el retorno.
Llevo tatuado en mi piel el nombre de cada uno de ustedes, en mi alma de bruja soñadora.
Por siempre los pensaré.
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