La liana
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En ocasiones, sentimos que el camino se nos hace largo y cansado.
Que la senda andada es difícil.
Son esos días de cansancio vulgar.
Y luego —cuando menos lo esperás—
hay una liana en medio del sendero.
Una que te da un empujón,
que te levanta,
que te balancea…
Y ahí estás de nuevo: volando,
recordando la niñez,
recordando cómo era reír
cuando lo único que importaba era jugar
y ser feliz.
¿En qué momento de la vida dejamos de divertirnos?
Yo propongo esto:
ser feliz con lo que tenemos,
y no seguir contando lo que nos falta.
Hoy les regalo esta liana hermosa que me encontré en La Tigra, Tegucigalpa.
Para que cada vez que la pesada vida de adultos nos golpee,
nos subamos en ella,
volemos,
toquemos las nubes
y volvamos a soñar.
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