Colores que me llevan a casa

 La vida me llevó a Guatemala.

Allí estaba la joya del Petén: mi gran amigo Oswaldo.

Recorrimos juntos las canciones de Silvio, y cada viernes jugábamos a ser adultos en Rayuela. Los sábados subíamos al altiplano, tocábamos las nubes y nos vestíamos de colores en el mercado de Chichicastenango. El tiempo era nuestro cómplice. No teníamos prisa: lo mismo ascendíamos por las montañas que descendíamos al Pacífico, rodeábamos el lago y nos perdíamos felices en Santiago.

Yo, como niña en diciembre, llenaba mis manos de aros de colores.
Colores salidos del alma.

Tengo un amigo más allá de Cuba y más allá de las pirámides.
Un amigo que me enseñó un país maravilloso,
donde los buses son de colores,
colores que me llevan —siempre— de regreso a casa


Comentarios

Entradas populares de este blog

Ser Guanacasteco

La casa Amarilla

Salud y vida, por mis muertos.