Salud y vida, por mis muertos.
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El cabello corto de la tía Dianeth :
La tía llenó mi niñez y adolescencia de risas y dulces. ¿Cómo olvidar sus empanadas de queso y azúcar?
Ella sufrió en silencio todas las infidelidades, como todas las mujeres de mi familia, que aceptaban su destino sin chistar.
Yo crecí y me fui del pueblo. Volvía los fines de semana, pero con los deberes del colegio, y fui distanciando las visitas a mi tía.
Una tarde de diciembre fui a verla. Nos sentamos en la terraza, con una buena empanada y una taza de café. Muy seria me dijo:
—Niña, el divorcio va, porque va.
Yo le sonreí y le dije:
—Va, como procede.
La tía se cortó el cabello, bien corto, y nunca más lo dejó crecer. Soñó y bailó música nueva.
La tía murió años después .
Ahora que la tía Dianeth ya no está aquí, imagino que en su nueva vida camina libre, con el cabello corto al viento, bailando al ritmo de esa música que tanto soñó. Que su alma, por fin, encuentre la paz que tanto mereció, lejos de silencios y cadenas
La tía Dianeth fue la esposa de mi tío Abdalá. Era de piel muy blanca, delgada, ojos cafés y un largo cabello castaño. En la familia le decían "la Cartaga", por su origen.
La tía tenía prohibido cortarse el cabello; el abuelo lo había dicho: “Si te cortas el cabello, aquí no vuelvas”. Cuando ella sugirió que iría al pueblo y se lo cortaría porque lo tenía muy largo, para esa época yo era una niña y me gustaba ir a su casa. Ella hacía unos dulces de leche irrepetibles, escuchaba canciones del Puma, y me contaba que soñaba con él. Claro, antes me advertía que no dijera nada. A cambio de ser la confidente de sus sueños, me hacía arroz con leche, cajetas y atol de maíz morado.
La tía llenó mi niñez y adolescencia de risas y dulces. ¿Cómo olvidar sus empanadas de queso y azúcar?
Ella sufrió en silencio todas las infidelidades, como todas las mujeres de mi familia, que aceptaban su destino sin chistar.
Yo crecí y me fui del pueblo. Volvía los fines de semana, pero con los deberes del colegio, y fui distanciando las visitas a mi tía.
Una tarde de diciembre fui a verla. Nos sentamos en la terraza, con una buena empanada y una taza de café. Muy seria me dijo:
—Niña, el divorcio va, porque va.
Yo le sonreí y le dije:
—Va, como procede.
La tía se cortó el cabello, bien corto, y nunca más lo dejó crecer. Soñó y bailó música nueva.
La tía murió años después .
Ahora que la tía Dianeth ya no está aquí, imagino que en su nueva vida camina libre, con el cabello corto al viento, bailando al ritmo de esa música que tanto soñó. Que su alma, por fin, encuentre la paz que tanto mereció, lejos de silencios y cadenas
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